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Antetokounmpo en el barrio de La Luz

  • Writer: Alberto Fuentes López
    Alberto Fuentes López
  • Jul 22, 2021
  • 3 min read

En La Luz (Málaga) hay muchos Antetokounmpos esperando su turno, como también, quiero pensar, habrá atenienses en Sepolia empujando coches en doble fila.


*Antetokounmpo organizó en 2015 una pachanga en las pistas de Sepolia, humilde barrio griego donde creció / Francesca Giaitzoglou


Giannis Antetokounmpo salió del barrio de Sepolia (Grecia), fue siempre un inmigrante sin papeles -no los consiguió hasta el año que viajó a Estados Unidos para iniciar su carrera baloncestística-. Acaba de reafirmarse como leyenda deportiva del presente ganando la NBA con una actuación sublime. Maradona emergió de las entrañas de un barrio de chabolas argentino como Villa Fiorito, al igual que muchos de los talentos que se forjan en las poblaciones más humildes y peligrosas de las chavolas brasileñas. El barrio, siempre presente que diría Daddy Yankee, otro que tal baila (y canta).


Leyendo la novela Simón de Miqui Otero me encuentro con un lema: "A menudo olvidamos que para entender quiénes somos deberíamos saber no solo de dónde venimos sino cómo hemos llegado hasta aquí". ¿Y si le damos la vuelta? Porque a veces olvidamos que para entender quiénes somos y cómo hemos llegado hasta aquí, primero hay que recordar de dónde venimos. Hablemos de la vida de barrio, póngase como ejemplo el de un servidor, el maravilloso, caótico, antiestético, ruidoso e incomparable barrio de La Luz (Málaga).


La barriada, como así también la llaman los lugareños, se traduce en un gran puñado de edificios de ladrillo visto rodeados por muchos coches no demasiado bien aparcados. La Luz es el barrio con mayor densidad de población de Málaga y, junto al Raval (Barcelona) y alguno otro, se cuela en el podio de barrios con más gente por metro cuadrado de toda Europa.



Estadísticamente hablando, no es ninguna mentira que en este iluminado compendio de bloques y pocos parques existen más posibilidades de que salga un Antetokounmpo que en el propio barrio del jugador. Aunque la realidad dice, sin embargo, que es más fácil encontrar aparcamiento, que ya es decir. Porque roza el milagro. Aquí existe un ley no escrita que es casi única en el mundo. Lo supe en cuanto hice amigos de fuera de Málaga que fliparon con esta extraña curiosidad. Aparcar en doble fila está permitido. La policía lo sabe y no multa. El modus operandi es el siguiente: la gente deja el freno de mano sin poner y así, si tienes que sacar tu coche, empujas el que te cierre el paso. Empujar coches y moverlos como fichas de ajedrez es una personalidad y es la nuestra.


Lo mejor de ser de barrio es que ganas mucho más de lo que imaginas en cuanto a experiencias vitales. Desarrollas oído suficiente para enterarte de que en tu calle hay pelea entre vecinos, aunque lleves los auriculares puestos con una canción de Skrillex. Dedicas los cinco sentidos cuando eres niño, y no tan niño, a anteponerse a lo que pueda ocurrir. Porque lo mismo te tiran un huevo desde el balcón, te persigue un coche blanco con cuatro locos encapuchados o te piden la hora y te dicen "no, la del reloj no, dime la del móvil". Ha pasado. Me ha pasado. Son lecciones que uno se lleva.


Siempre gustará más que nuestros héroes y heroínas vengan desde abajo, porque viniendo del subsuelo se disfruta más cuando se palpa el cielo.

La Luz fue antes dehesa de ganado vacuno, luego barrio pobre, más tarde zona de gran diversidad cultural (africanos y musulmanes) y nunca aburrido. Pasan cosas y no siempre demasiado normales. Aquí hubo unas inundaciones históricas que lo convirtieron en un pequeño Guadalquivir, con camiones flotando y propietarios yéndolos a buscar a nado. También ocurrió lo que un malagueño jamás espera que ocurra, porque son cosas que solo se ven en la tele, en documentales americanos con sucesos americanos que solo pasan en América: un tornado. Volaban tejas que caían en los cristales de los coches, cayeron muros de colegios y volaron perros (esto último lo cuenta un amigo, que lo vio desde su ventana, y por supuesto que me lo creo).


La imagen de Antetokounmpo jugando en unas pistas de su barrio es la metáfora perfecta de cómo en un espacio reducido y normalmente olvidado por las instituciones, casi siempre dejados de limpieza, cortos en infraestructuras, bajos en renta y calidad de vida, puede brotar una persona destinada a ser un semidiós. Siempre gustará más que nuestros héroes y heroínas vengan desde abajo, porque viniendo del subsuelo se disfruta más cuando se palpa el cielo.


En La Luz hay muchos Antetokounmpos esperando su turno, en la disciplina y profesión que sea. Como también, quiero pensar, habrá atenienses en Sepolia empujando coches en doble fila. Cambiaremos mucho o poco o nada, estaremos aquí o allí o en todas partes y las raíces ahí seguirán, bajo tierra y sin verse a simple vista, deseando ser recordadas cuando la vida nos ofrezca por fin nuestro particular aparcamiento a la primera.

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