En el váter, Johnny Depp
- Alberto Fuentes López
- Jun 10, 2021
- 4 min read
Updated: Jun 13, 2021

No he sido famoso en mi vida, ni lo pretendo, pero a la vez lo soy un par de veces al mes. Por supuesto, a muy pequeña escala. Que no se malentienda esta manera tan exagerada de fliparse en el primer párrafo. No me llamo Brad Pitt, pero siempre me paran por la calle, chico o chica con carpeta en mano y el objetivo de convencerme para que done equis dinero al mes a una ONG. Debo de tener un cartelito en la frente que dice: "Párame, que te voy a escuchar".
Que me pare una persona anónima para pedirme algo convalida con ser famoso ocasional. Un Brad Pitt versión mercadillo. El caso es que me paro siempre, diez de cada diez veces, aunque eternamente la cosa acabe igual: no me captan. Dieron con un tieso. Pero pararme, me paro, el discurso me lo trago y al final acabamos hablando de otra cosa. El otro día acabó la faena con la muchacha preguntándome qué había estudiado y, al enterarse, me dijo de primeras: "Uy, mucho intrusismo en tu profesión, ¿no?". Con otra chica acabamos hablando de las tensiones políticas y sociales de Venezuela, de donde ella era, y me soltó: "Han muerto ya varios amigos míos". Me marcó esa contundencia. Sobre todo teniendo en cuenta que me había conocido hace 30 segundos. Y sobre todo porque la conversación empezó con una inocente y directa pregunta:
— ¿Conoces Greenpeace?
Vivir con la fama a cuestas debe ser algo así como ser un oso panda en el zoo, todos te conocen y van a verte, te hacen fotos sin permiso y te juzgan sin conocerte. El actor Johnny Depp dijo una vez que es como vivir siendo un fugitivo, alguien en busca y captura, con una vida en la que tienes que planearlo todo. Imagina planificar hasta el momento para ir al baño de un restaurante, observando con ojos de lince para no coincidir con otro comensal que tenga las mismas ganas de sentarse en la taza del váter. Imagina ser Johnny Depp y que intenten abrirte la puerta sin pestillo del puto restaurante que, mucho estrellas Michelin, sí, pero para pestillos no les llegaba el presupuesto ni la vergüenza. Selfi con el protagonista de Piratas del Caribe en la puerta del baño. Joder con la fama.
El problema va más allá de perder el anonimato. Es un concepto mucho más traumático de lo que pensamos. De la popularidad nace un sentimiento extraño y perturbador: de repente, y sin quererlo, todos creen conocerte. Es curioso tener el don de decepcionar o provocar idolatría a millones de anónimos. Solo por lo que hacen y no por quienes son de puertas para dentro. Todo el mundo sabe dónde vive el cineasta o la cantante. Tecleas en Google cuatro palabras y espías cómo son sus mansiones por dentro. Gente que no se sabe su propio número de teléfono pero sí sabe de sobra cuánto le mide a Nacho Vidal. Joder con la fama.
"Estoy de luto por mi anterior vida". Famosa odiando serlo, aunque el cine lo tenga en casa, el Bentley en el garaje y unos cuantos millones en la cuenta bancaria para ir tirando.
Otro problema es en el tema del amor. Ligar teniendo fama es contraproducente. ¿Se liga por ser Jennifer Lawrence o por ser una actriz, llamada Jennifer Lawrence, que ganó un Óscar siendo una veinteañera y se convirtió, poco después, en la intérprete mejor pagada del mundo? "Siento que necesito conocer a un chico, con todo el respeto, que haya vivido en Bagdad durante cinco años y no tenga ni idea de quien soy", llegó a decir en una entrevista. Tiene que ser insoportable esa duda de si se acercan por interés. Ser anónimo y empezar una relación con un famoso es jugar con ventaja, porque sabes que acabe el partido como acabe, va a ser un partidazo. "Estoy de luto por mi anterior vida", reconoció Lawrence. Famosa odiando serlo, aunque el cine lo tenga en casa, el Bentley en el garaje y unos cuantos millones en la cuenta bancaria para ir tirando.
Volvamos a lo más básico y, a la vez, a lo que da más pereza. A los famosos los paran por la calle. A unos para pedirle una foto y a mi para pedirme dinero. Ya podría ser la cosa al revés. Si te encuentras a Madonna pues pídele algo suelto, piensa en captarla, pregúntale si conoce Greenpeace. Son cositas que pocos tienden a pensar, pero menos mal que existen idiotas como este que escribe pretendiendo dar lecciones de fama, captaciones y oenegés. Y tiene delito, porque ni fama ni participo económicamente en nada que implique donar a distancia.
La notoriedad mejor de lejos y sin desearla. Aunque tiente, aunque te ponga por las nubes, aunque haga sentirse querido por gente que ni siquiera te ha visto en persona. "Se vive mucho mejor siendo un escritor famoso. Se escribe incluso mejor, porque la fama siempre te susurra cosas elegantes al oído. Hasta el mar, cuando te acercas a él, dice tu nombre...", escribió el poeta Manuel Vilas, en lo que terminó dando un giro para advertir: "...y dice tu muerte".
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