Maricón, ¿de qué?
- Alberto Fuentes López
- Jul 8, 2021
- 4 min read
Samuel Luiz murió asesinado por ser "maricón", motivo suficiente para que un desconocido decidiera arrebatarle la vida, y una prueba más de que, al igual que el machismo y el racismo, la homofobia mata.

*Concentración en La Coruña en solidaridad con la muerte de Samuel Luiz, el joven de 24 años que falleció de una brutal paliza a gritos de "maricón de mierda" / EFE
Bienvenidas y bienvenidos al 2021, un año con complejo de tiempos pasados, muy pasados, afortunadamente pasados. Agresiones recientes en León, Sant Cugat del Vallès (Barcelona), Madrid, Valencia. Todas ellas tienen una cosa en común: el grito de "maricón" como banda sonora y justificación de los agresores. Samuel Luiz no tuvo la suerte de poder denunciarlo. Simplemente hacía una videollamada con su amiga, detrás de un hombre que creyó que lo grababa. "O paras de grabar o te mato, maricón".
— Maricón, ¿de qué?
Fueron sus últimas palabras antes de la tragedia que ha movilizado a medio país, desde La Coruña hasta Málaga. Una vez más lo de siempre: se tiene que llegar a la muerte para empezar a querer cambiar las vidas. “Es una pena que se tenga que llegar a estos extremos para que la gente abra los ojos y vea lo que sufre el colectivo LGTBI", cuenta Paula Pérez, jienense, 23 años, lesbiana e incrédula con lo sucedido. "Es una consecuencia de cómo se están legitimando los discursos de odio. Unos apuntan y otros disparan", se desahoga, refiriéndose a los bandos políticos (VOX, Ayuso y allegados) y autoridades que blanquean que estos asesinatos o agresiones sean producto de la homofobia.
La ley amarrategui de no pillarse los dedos hasta que se sepa la verdad es la que impera en la actualidad. Empezando por los medios, mi gremio, agarrados con todas sus fuerzas a la presunción de inocencia y eso de llamarlo "muerte" y no "asesinato", lo que es. Siempre cautos para ciertas cosas. Las investigaciones policiales también siguen esta línea de prudencia, como deben seguir siempre, pero que parecen necesitar más pruebas que la de ese grito que todo lo aclara: M-A-R-I-C-Ó-N. Homofobia, señoras y señores: "O paras de grabar o te mato, maricón". Apuesto a que los habrá que piensen que fue un homicidio imprudente.
"Sentí miedo y mucha empatía. Podría haber sido yo el que escuchara el grito de “maricón” antes de morir", relata Alberto López, 22 años, gay y sufridor en primera persona de lo que supone el simple verbo 'ser'. "Por suerte nunca he sufrido ninguna agresión física, pero verbales siempre", asegura, y añade que le han llamado maricón por la calle en "incontables ocasiones". "Te juzgan por cómo soy, cómo me expreso o la forma en la que visto”.

Paula, al ser mujer lesbiana que "no cumple con los estereotipos", se siente afortunada de no haber sufrido ninguna situación grave. Situaciones incómodas, muchas, aunque reconoce que la escapatoria del colectivo LGTBI está en "crearse una burbuja propia, ser selectiva con tu círculo social". Una burbuja a veces de comodidad, pero casi siempre como escudo ante el rechazo que a mucha gente le provoca todo lo que no sea heterosexualidad, todo eso que se salga de la ecuación hombre + mujer + boda + tener hijos.
Al hilo de todo esto, conviene saber que España es el tercer país del mundo con mayor población no heterosexual (12%), según la encuesta anual de Ipsos. Ese doce por ciento se desgrana así: el 6% de los españoles dice ser bisexual, el 5% gay y el otro 1% pansexual (atracción independientemente de su sexo o identidad de género) u omnisexual (atracción hacia todos los géneros). Otro 10% prefiere no desvelar su identidad sexual. Es evidente que se ha avanzado; ya no existe la Ley franquista de Vagos y Maleantes que perseguía a homosexuales para "reeducarlos" en centros de internamiento situados en Huesca y Badajoz, se aprobó recientemente ley trans y de derechos LGTBI y cada vez hay más conciencia, tolerancia y respeto.
Desde las escuelas con la educación, desde las instituciones con políticas sociales y con el ejemplo, desde el altavoz de los medios, desde la cultura, con series como Maricón perdido o Veneno. Todo vale para enterrar estos pensamientos retrógrados más propios de 1948 que del presente.
Pero siempre hay demasiadas excepciones. No dejan de verse agresiones, insultos, acoso y desprecio desde edades tempranas. Todos lo hemos escuchado o presenciado. Se sigue dando. Como reflexiona la periodista de El País Luz Sánchez-Mellado, "llamar a un ajeno "maricón" es homófobo. Igual que llamar a una ajena "puta" es machista. Llamemos a las cosas por su nombre".
¿Cómo parar este odio, capaz de manchar con gotas de sangre los derechos de la bandera multicolor, la vida de personas que simplemente quieren ser lo que sienten, en paz? Paula tiene la sensación de que esto "va a despertar mayor conciencia social". Alberto, por su parte, se encomienda a "seguir luchando y gritando, seguir manifestándonos". Son dos veinteañeros del colectivo, implicados y con esperanzas de que todo esto acabe.
Desde las escuelas con la educación, desde las instituciones con políticas sociales y con el ejemplo, desde el altavoz de los medios, desde la cultura, con series como Maricón perdido o Veneno. Todo vale para enterrar estos pensamientos retrógrados más propios de 1948 que del presente. ¿Avanzar, evolucionar, respetar... de verdad es tan complicado?
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