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Mentiras perpetuas

  • Writer: Alberto Fuentes López
    Alberto Fuentes López
  • Aug 19, 2021
  • 3 min read

Las mentiras suben por el ascensor con mucha prisa y bajan por las escaleras y en muletas. Lo peor es que Google lo sabe. Todo.


Hay gente que come dos veces al día y miente cinco. Se desconoce si este método engorda. Sí es seguro que la credibilidad adelgaza a un ritmo preocupante. La media, según varios estudios, está en dos mentiras diarias. Los políticos cuadruplican este dato. No finjas sorpresa. Si finges ya estás mintiendo. Cuidado. La democracia es un ser mitológico comparable al centauro, mitad hombre mitad caballo, pero siendo mitad derechos y mitad promesas incumplidas.


No hay que esforzarse mucho para ser consciente de la era en la que vivimos. Llámese la Edad de las Mentiras, la posverdad o la denominación molona y pretenciosa 'fake news' (noticias falsas). Un caldo de cultivo que se han zampado con gula los conspiranoicos y negacionistas que creen que llevamos incorporada la conexión 5G en nuestro interior. Nos ha quedado un mundo contaminado y no solo de basura y emisiones. El problema es que eso de "se pilla antes a un mentiroso que a un cojo" no se puede extrapolar al conjunto de la sociedad, porque las mentiras suben por el ascensor y bajan por las escaleras.


La falsedad sube por el ascensor, con mucha prisa, incluso acelerando si escucha que se acerca un vecino para evitar subir con él. Pero cuando la descubren por falsa, baja por las escaleras con muletas y parándose a hablar hasta con el fontanero que espera en el rellano. Así funciona una mentira que acaban desmintiendo. Se tarda demasiado poco en que llegue a todas partes y muchísimo en eliminarlas. Las cucarachas y el polvo tienen la misma técnica. Así nos va.


Se dice que tarde o temprano todo buscará la luz, pero el problema es siempre el mismo, la velocidad supersónica con la que fluimos. Las mentiras van caducando como caduca lo que nos pasa en vida.

Las mentiras, según se cuenta en el documental The Social Dilemma (Netflix), se propagan seis veces más rápido que las certezas. Y sin vacunas que lo frenen. ¿Un bulo que llega por WhatsApp? Se comparte. Porque tienen ese envoltorio curioso, extraño, (aparentemente) injusto y populista que nos dice subliminalmente que ayudemos a otros a saberlo. Pero cómo no vamos a tragarnos cualquier desinformación si somos los primeros en mentir.


"Mentimos para caer bien, para impresionar, por inseguridad, por humanidad, por ayudar a alguien, para alcanzar objetivos. Vivimos en una sociedad donde la mentira tiene cada vez más fuerza", decía la psicóloga María Jesús Álava Reyes en una entrevista en el ABC. Conozco a personas que se pusieron la careta de haber estudiado una carrera contraria a la que tienen o nunca llegaron a tener, que tuvieron novias imaginarias o que se ahogaron en sus propias mentiras.


Me gusta pensar que el mundo que se aprecia desde las ventanas de Twitter y Facebook, casas de la crispación, residencias del odio y parque de atracciones de lo falso, es otro distinto al real. Menos mal que lo es. Aunque fuera de la ficción y este pensamiento mágico, la realidad es que somos mentirosillos por naturaleza, y asumirlo es lo que queda.


Bajo en cinco minutos. Los Reyes Magos. A ver si quedamos para tomar algo. No leí tu mensaje porque tenía mucho lío. Nivel intermedio de inglés. No te preocupes, estoy bien. Ya.


Hay giro final: podemos mentir a cualquier ser que respire, podemos engañarnos hasta a nosotros mismos, pero jamás podremos engañar a Google. Un analista de datos llamado Seth Stephens-Davidowitz ha escrito un libro donde se nutre del 'big data' para estudiar el comportamiento humano a través de lo que buscan en internet. Un ejemplo es que los hombres hacen más consultas sobre cómo alargar su pene que sobre cómo cocinar equis receta o cómo cambiar un neumático. "Estas numerosísimas consultas sobre el pene denotan la inseguridad de muchos hombres", dijo el propio autor.


Google sabe lo que nos gusta porque a través de él buscamos respuestas que no queremos encontrar en personas. Nos pone anuncios de cosas que sabe que deseamos tener porque, en realidad, se lo hemos chivado. El polígrafo está en casa y funciona con wifi.


Con esta visión contradictoria de lo fake, nos salva pensar que todo al final se acaba sabiendo. Nos salva y nos inquieta. Se dice que tarde o temprano todo buscará la luz, pero el problema es siempre el mismo, la velocidad supersónica con la que fluimos. Las mentiras van caducando como caduca lo que nos pasa en vida. Para entonces, cuando el conejo salga de su madriguera, quizá ya sea demasiado tarde.

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