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Somos un reloj en el culo

  • Writer: Alberto Fuentes López
    Alberto Fuentes López
  • Nov 28, 2021
  • 3 min read

Quizá venimos al mundo a reencarnarnos en cachivaches que pasan de la nada al todo. Materialismo póstumo.

*Bruce Willis y su irreemplazable reloj en 'Pulp Fiction'


Varias gotas yacen donde antes una aguja marcaba la hora, no es humedad, es el sudor del último día. Mi abuelo Antonio, padre de mi padre, padre de familia numerosa, 38 años, falleció postrado en una silla, en ropa interior y envuelto en una sábana. Se asfixiaba, se asfixió: era asmático. Sus hijos estuvieron presentes en la escena. Ahogándose y con dificultad para articular palabra, llamó a su hijo Francisco, mi padre, y le dijo: “Paquillo, quítame el reloj. Es tuyo. Es para ti”.


En 1966 se paró el tiempo en aquella aldea próxima a Macharaviaya, llamada Benaque, que no llega a los 100 habitantes. El reloj que llevaba aquel día, de esos con correa de cuero, esfera blanca y aguja, es lo que mantiene la esencia del recuerdo. Sigue vivo el objeto, permitan la contradicción, con el sudor que sus poros expulsaban como intentando decir algo. Se asfixiaba, se asfixió. La gente moría de asma, eran otros tiempos.

Qué sería de nuestros recuerdos si no se pudieran vertebrar con lo material del momento. Siempre recordaremos qué libro leíamos en un viaje, la pajarita burdeos de la graduación de nuestras vidas, la fotografía impresa que teletransporta al lugar con mirarla.

Ese reloj descansa ahora en algún cajón del Rincón de la Victoria, guardado por Paquillo, Francisco, Paco. Perdió la correa, pero esas marcas de sudor aún siguen ancladas en ese objeto que es reliquia de un último adiós. Quizá venimos al mundo a reencarnarnos en cachivaches que pasan de la nada al todo. Materialismo póstumo.


El otro día recordé con un amigo la gran variedad de botas de fútbol que tuvimos en nuestra infancia, con una precisión quirúrgica, además. Aquellas Nike Tiempo de Ronaldinho que de primeras rechacé por ser de Ronaldinho, estrella del Barça, y que ahora daría lo que fuera por conservar; las Adidas que llevó Xabi Alonso cuando recibió la patada de kung-fu en la final del Mundial o esas de fútbol sala color verde moco que lleve el día que me partí el brazo jugando delante del público más exigente que existe en la adolescencia: los hooligans del recreo.


Qué sería de nuestros recuerdos si no se pudieran vertebrar con lo material del momento. Siempre recordaremos qué libro leíamos en un viaje, Desayuno en Tiffany’s en la Playa de los Muertos (Cabo de Gata), la pajarita burdeos de la graduación de nuestras vidas, la fotografía impresa que teletransporta al lugar con mirarla. Necesitamos algo físico que dé forma a los recuerdos. La digitalización de la nostalgia es un acto insuficiente, sería como coleccionar cromos en PDF. Pensemos en los mejores y peores y excéntricos y banales momentos de nuestras vidas y ahí habrá siempre algo físico que lo resuma. Aquí todo Dios es analógico y punto.


En la película ‘Pulp Fiction' de Quentin Tarantino hay una escena que hace una defensa de esto a ultranza. El capitán Koons le entrega un reloj al pequeño Butch, que luego será el boxeador que coprotagoniza el filme (Bruce Willis). Ese reloj de oro, le cuenta el soldado, fue pasando de bisabuelo a abuelo, a padre y ahora a hijo, gracias a una peculiar forma de conservarlo: “Cinco años largos llevó este reloj metido en el culo. Luego, antes de morir de disentería [tu padre] me dio el reloj, oculté este incómodo trozo de metal en mi culo durante dos años… Entonces, después de siete años, volví a casa con mi familia. Y ahora, jovencito, te entrego a ti el reloj». Por eso, Butch se vuelve loco cuando se da cuenta años después de que lo ha perdido. Quizá porque era como perder a su padre dos veces.


Acepto y comprendo el paso del tiempo si luego se transforman en sus respectivos Funkos, estatuillas, figuritas y cosas en tres dimensiones que te digan “eh, tú, recuerda quién soy y de dónde vengo”. Sigo echando de menos un balón amarillo que perdí al tercer día. La camiseta que llevaba en un instante inolvidable. Elige bien qué vas a ponerte porque a lo mejor estás vistiéndote para el mejor día de tu vida. Te puede pillar en pijama o en traje y corbata, incluso sin reloj. Pero, por favor, si mi huella queda en un Casio o un Rolex, que pase de cajón en cajón. No pasamos por aquí para ser el culo de los demás.

 
 
 

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